Educación peruana: ¿Más de lo mismo o da lo mismo?

El pasado 25 de noviembre del 2012 se publicó en el diario oficial “El Peruano” la Ley de Reforma Magisterial  N° 29944, la cual tiene entre sus objetivos “contribuir a garantizar la calidad  de las instituciones educativas públicas, la idoneidad de los profesores y autoridades  educativas y su buen desempeño para atender el derecho de cada alumno a recibir una educación de calidad” (artículo 5, inciso a). En esta línea encontramos el Diseño Curricular Nacional de Educación Básica Regular (EBR) – publicado el 15 de diciembre del 2008-  que resalta los propósitos de la EBR al 2021, señalando que “… pretendemos una educación renovada que ayude a construir, como se plantea en el Proyecto Educativo Nacional, una sociedad integrada -fundada en el diálogo, el sentido de pertenencia y la solidaridad- y un Estado moderno, democrático y eficiente: posibilitando que el país cuente con ciudadanos participativos, emprendedores, reflexivos, propositivos, con capacidad de liderazgo e innovación”[1].

Frente a estos enunciados no queda  más  que sumarse a tan loable objetivo y  propósito; pero al mismo  tiempo – tomando en cuenta los resultados obtenidos y  con una pequeña dosis de sentido común-  se mantiene (como en un mayoritario sector de la población) la persistente preocupación de que en la práctica se ha avanzado poco en mejorar  la calidad del sistema educativo peruano. Pareciera que la escuela de nuestro país no logra incorporar eficientemente los avances de la pedagogía y la tecnología, por ejemplo, el enfoque de la formación integral, que en palabras del Informe Delors (UNESCO, 1996) significa que: “no vale educar para saber, sino educar para vivir […] que incluye el saber pero va más allá”. En este aprendizaje están involucrados cuatro factores importantes que son determinantes como son las actitudes, las aptitudes intelectivas, aptitudes procedimentales y los contenidos tienen correspondencia con la formación en el ser, en el pensar, el hacer y el saber, respectivamente, y el aprendizaje logrado por medio de la convergencia de estas cuatro dimensiones da lugar a los llamados aprendizajes significativos […].[2]  Está demás decir que es absurdo centrar la responsabilidad de la pobre calidad educativa en los docentes, pues el propio Ministerio de Educación, la familia, los medios de comunicación, las diversas instituciones de la sociedad civil y el Estado en su conjunto son partícipes – a su medida – de este  fracaso que seguimos teniendo la esperanza de superar lo antes posible para el bien de todos.

En esta sociedad del siglo XXI, que demanda personas capaces de desenvolverse en contextos  cambiantes y de resolver problemas de forma reflexiva y planificada, cabe recordar las ocho competencias clave  propuestas por la Unión Europea en un documento de noviembre del 2004. Tales competencias son:

  • Comunicación en lengua materna.
  • Comunicación en lenguas extranjeras.
  • Competencia matemática y competencias básicas en ciencia y tecnología.
  • Competencia digital.
  • Aprender a aprender.
  • Competencias sociales y cívicas.
  • Sentido de la iniciativa y espíritu de empresa.
  • Conciencia y expresión culturales.

Finalmente, esperamos que los discursos y los enunciados se plasmen en acciones que den resultados concretos y concordantes con un país que se precia de tener un crecimiento económico sostenido por más de una década;  pero que hasta ahora le ha dado la espalda a una educación de calidad para todos y todas.


[1] Ministerio de Educación. Diseño Curricular Nacional de Educación Básica regular.

[2] “EL PROCESO DE APRENDIZAJE POR COMPETENCIAS”, página 1 http://www.didactica.umich.mx/memorias/xiieuad/ponencias/24.pdf

Deja un comentario